La quietud
- Adal Cortes
- 29 abr 2023
- 1 Min. de lectura
En la quietud todo está quieto, todo sonido y todo movimiento. La profundidad y lo último no tienen sonido. Dado que en ella todo aquello que busca ingreso termina, los portales de la quietud permanecen abiertos. En ella se sumerge todo aquello que quería más que estar quieto.

En la quietud termina toda pregunta, también todo dolor que clama. Incluso la vida y la muerte. En ella estamos en otro lugar. Todo lo último es quieto, infinitamente quieto —y así es su profundidad.
¿De dónde proviene la última comprensión?
También ella proviene desde la quietud. Pero no se mueve. Todo movimiento le quita su profundidad. Al igual que la quietud, también ella sólo está.
¿Dónde quedan entonces las palabras?
Están ausentes. Todo aquello que se vuelve pleno, se torna quieto. No se le agrega nada. En ello está todo, está en plenitud.
¿Qué efecto tiene la quietud en nuestra vida? La quietud sana. En ella nadie ni nada pide la palabra. Nadie ni nada al que algo le falte. En ella todo se desploma. La quietud nos lleva a la contemplación, a la contemplación pura sin careo.
¿Cómo respondemos a todo aquello que quiere algo de nosotros?
Con quietud, con quietud centrada. Enmudecerá frente a ella y también se tornará quieto. Con esa quietud ya aquí transitamos nuestra muerte, sin sonido, en quietud total. Esa quietud perdura.
Del libro: La mirada del Nahualt - Bert Hellinger
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